Solo en el mundo de Hisham Matar y El libro de mi destino de Parinoush Saniee, por Natalia Alonso.
La editorial Salamandra una vez más mira hacia entornos conflictivos y lejanos geográficamente. Dos novelas sobre Oriente, narradas en primera persona y con ese retrogusto a drama humano.
Reconozco que no soy una amante de los libros históricos, esos que cuentan la Historia con mayúsculas, las intrigas palaciegas y las guerras por muy mundiales que sean. Pero últimamente han caído en mis manos una serie de novelas en las que el trasfondo histórico es casi tan importante como el argumento. Es decir, el transcurso de los hechos en un determinado país determina el acontecer y el destino de los personajes. Porque da la sensación de que estás inmersa en las páginas de una novela más, y sin embargo cuando terminas el libro, además, te has llevado una lección de historia contemporánea que seguramente te habría sido ardua de digerir en periódicos, telediarios o ensayos.
Solimán, el niño protagonista de Solo en el mundo, nos narra su infancia en Trípoli durante los primeros tiempos de Gaddafi, y a través de su mirada nos enteramos de los entramados políticos y sociales de un país, Libia, donde todo está controlado por el estado y el régimen de terror que no llega a cobrar todo su sentido para los ojos de un niño.
El Libro de mi destino, de Parinoush Saniee, nos cuenta la historia reciente de Irán a través de la vida de Masumeh, la joven protagonista, que vive en primera persona el duro día a día del Teherán de finales del siglo XX.
En las dos novelas se nos presenta la obsesión por casar a las mujeres en contra de su voluntad, en la adolescencia. En ambos casos, además, los hombres con los que contraen matrimonio luchan contra los gobiernos de sus países. Las historias en determinado momento podrían ser intercambiables, cabría imaginarse a Masumeh lidiando con el gobierno de Gadaffi y a Solimán como hijo mayor de Masumeh, en la lucha por los derechos civiles en Teherán.
Lo que singulariza a cada una de estas novelas, dotándola de una gran fuerza de sugestión, es la voz del narrador. Tanto Solimán como Masumeh tienen una visión del mundo que van fabricando a través de lo peculiar, personal e intransferible. Pero mientras que en Solo en el mundo el protagonista adulto nos narra su historia de niño, en El libro de mi destino asistimos al crecimiento tanto físico como emocional de la protagonista.
Sin duda, magníficas novelas que nos acercan de un modo ameno e inteligente al complejo devenir de la Historia, así, con mayúsculas, desde la minúscula y profunda voz del individuo.
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