Llamada perdida, de Gabriela Wiener

POSTED BY   Natalia
26/11/2015
Llamada perdida, de Gabriela Wiener

llamada-perdidaEl libro de crónicas de Gabriela Wiener, Llamada perdida, publicado por Malpaso (2015), ha sido todo un descubrimiento por Natalia Alonso.

Como la falsa moneda, en vez de ir de mano en mano, el libro de Gabriela ha cambiado de lugar en mi casa en más de una ocasión. Desembarcó en mi mesa de trabajo, junto a otros libros de crónicas, más gruesos, quizás más serios, de seguro, menos entretenidos; para pasar una noche incierta y calurosa en mi mesilla de noche y despertar, vaya usted a saber cómo, en la repisa de la chimenea, resaltando el fucsia sobre negro de la portada sobre el mármol blanco y haciendo honor a su título, llamándome desde el más acá, que siempre es menos mediático, pero más interesante, que el más allá. Si no, que se lo digan a Gabriela.

Conozco a la autora, nos habremos saludado en algún que otro sarao literario, tenemos amigos comunes, y quizás la imagen de cholita fatale que tenía de ella contribuyó a prejuzgar su libro. Me imaginé algo freak y escandaloso, escenarios más cercanos a lo sórdido que a la bohemia y mucho sexo, sexo por doquier y desenfrenado. Y claro que hay sexo en las crónicas de Gabriela, pero también hay amor, hay nostalgia, y sobre todo una persona más tendente al intimismo de lo que yo me hubiera imaginado. Ya digo, cosas de los prejuicios.

Las crónicas que conforman Llamada perdida tienen en común lo excepcionalmente bien escritas que están, Wiener tiene oficio y artificio. Sabe cómo enganchar a un lector contando nimiedades, algo que quien alguna vez haya sentido la pulsión de escribir sobre sí mismo, sabrá lo difícil que es. Hablar de uno mismo es complicado, es algo así como desnudarse ante la cámara, no estás solo, cientos de ojos te miran y buscan la más leve imperfección para echarte a los leones. Nos desvela su intimidad sin tapujos, no siente vergüenza, es una exhibicionista y como si fuéramos su mejor amiga, Gabriela, no sólo nos cuenta sus encuentros con la burguesía literaria, también nos muestra sus miserias, sus miedos, sus deseos más ocultos.

Es común escuchar que fulanito, el escritor, tiene una voz propia, y yo me pregunto: ¿habrá alguien que no la tenga? Y la respuesta es simple: todos los mortales, seamos o no escritores, tenemos nuestra propia voz, más o menos acertada, más o menos entonada. Gabriela es contundente, no ofrece matices en su manera de ver el mundo, pero su aspereza es endulzada con dosis de humor y de autocrítica. Consigue que su vida, sus historias cotidianas, sus cotilleos de alcoba, se lean casi bajo la misma premisa de asistir a los escarceos amorosos de una tronista de programa de televisión o de una cantante de grupo indie.

Y ahora hagamos un experimento, busquen la canción de Sabina: Más de cien mentiras, bájenle el volumen y lean este fragmento de Las leyes del tiempo y del espacio la nada, donde puede pasar de todo…”. Quizás se sorprendan cuando los acordes encajen. ¿Tendrá algo que ver que Jimena, la mujer de Joaquín, es peruana como Gabriela?“He dormido en habitaciones de niños de cuatro años, de adolescentes furiosos, de señoras mayores. He dormido en la habitación de invitados, en la habitación de servicio (…), y en la habitación de la nada, donde puede pasar de todo…”. Quizás se sorprendan cuando los acordes encajen. ¿Tendrá algo que ver que Jimena, la mujer de Joaquín, es peruana como Gabriela?

Gabriela, además de periodista es poeta. Y nos lo demuestra con creces en Del lado de acá y del lado de allá. Una especie de poema en prosa donde juega con imágenes inverosímiles y con la sonoridad de las palabras para describir a los peruanos, a los limeños, a los que están dejando atrás la juventud pero se aferran todavía a ella. “Somos gente de noche. De bares desaparecidos y polvos y diablos azules. De mapas secretos, desencantos y escaleras hacia ninguna parte en las que beber frenéticamente algo de oscuridad y asombro. Nuestros poetas escriben las palabras más hermosas del mundo. Y mueren después de comprenderlo todo”.

Pero si me he de quedar con una de las crónicas que conforman Llamada perdida, sin duda es con Adónde llevarte, un homenaje a Lima. Un recorrido por sus bares, sus barrios, sus costumbres. Todo visto desde la distancia de quien se ha ido, pero no del todo, y regresa para enseñar lo mejor de su ciudad.

Existen numerosas antologías basadas en la máxima de “lo mejor deel cuento latinoamericano, la poesía de entreguerras, la cocina tailandesa”; y una vez terminadas las llamadas de Gabriela, me he quedado con las ganas de más. Se me ocurre una tira cómica semanal o un diario al estilo de los de Trapiello, con menos paseos por el rastro y más rastro de paseos íntimos, contándonos tanto sus quehaceres diarios como esas personas a las que conoce, entrevista, acosa y en algunos casos, derriba. Algo así como “Lo mejor de la Wiener…”

Lo que es seguro es que la próxima vez que coincida con Gabriela, la saludaré y la felicitaré por estas llamadas perdidas y le pediré que me cuente cómo le va a Mica, cómo fue, al final, su experiencia como cicerone en Lima, si ha vuelto a saber algo de Isabel Allende o si sigue en contacto con Corín Tellado, pero sobre todo, le preguntaré por Jaime, el que está al otro lado de la línea, el que nunca comunica. Debe de ser complicado compartir la vida con la Wiener, una mujer de rompe y rasga y una gran cronista de su tiempo: un tiempo que discurre tanto entre costuras (por aquello de lo cotidiano, no por el libro de la Dueñas), como entre smartphones y ordenadores de última generación. Techy confesa y negada para las tareas domésticas, con Llamada perdida me he reconciliado con las mujeres que aplauden la maternidad sin renegar a seguir haciendo aquello por lo que sienten pulsión. Gabriela Wiener es algo así como una Bridget Jones chola, aunque con más carisma, y por supuesto, con el oficio que a Helen Fielding le falta.

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Natalia

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One comment

  1. marcela robles

    Gabriela, rules…

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