La Asociación de Amigos de los Jardines del Buen Retiro, en colaboración con la Feria del Libro de Madrid y nuestra escuela, Billar de Letras, convocó el I CERTAMEN DE MICRORRELATO El Buen Retiro 2019.
Aprovechando el marco de la Feria del Libro de Madrid el objetivo de este certamen ha sido fomentar el conocimiento, cuidado y disfrute del Parque del Retiro, prestando especial atención al medio ambiente y reciclaje. De ahí que el tema elegido para esta primera edición sea «A dónde van las hojas del Retiro».
Hemos recibido muchos y muy buenos relatos de los cuales han sido finalistas los siguientes que pasamos a publicar para el disfrute de los lectores.
Ha sido un placer colaborar con la Asociación de Amigos de los Jardines del Buen Retiro y seguro que repetimos.
La ganadora de esta edición es Llarina Pérez Salazar con su relato Robinia.
ROBINIA
Llarina Pérez Salazar
Decían que los besos del rosal sabían a miel y polen, pero nunca había salido de casa para averiguarlo. Te matará la distancia, gritaban sus hermanos, serás carne de viento, el sol te azotará con su lengua, tu voz se ahogará bajo un cielo en luto. Las cortezas de Robinia temblaban por la noche, pero era presa de un deseo indomable.
Una mañana fresca y despejada, harta del zumbido de las abejas que elogiaban la belleza del rosal, abandonó el hogar. Se sacudió con violencia una, dos, y hasta tres veces, partió sus raíces, estiró los cientos de ramas que tenía como brazos, y sus hojas de seda se desprendieron por la avenida. Una suave corriente la meció arriba y, por primera vez, sobrevoló el destello rojo del rosal. Se elevó convertida en una nube de hojas arremolinadas, y luego bajó y bajó, y Robinia sintió que podía lamer los pétalos y probar su savia dulce y jugar entre sus tallos y vivir allí para siempre, y el otoño llegó al Retiro antes de lo esperado.
Quedando como finalista Ángel Sáez Mora con Hoja de ruta
HOJA DE RUTA
Ángel Sáiz Mora
Acudí al parque del Retiro con un plan meticulosamente preparado. La estatua del Ángel Caído me produjo una curiosa complicidad. Él, expulsado del Cielo a causa de su soberbia; yo, frustrado por la presunción de creerme escritor. Ambos bajo el estigma del rechazo.
Pensaba hundirme en el estanque por la noche con mis microrrelatos, pero no tuve valor. Deprimido, me dejé caer sobre un montón de hojas secas que, como yo, a nadie parecían importarle.
A la mañana siguiente pregunté a un jardinero por el destino de ese material orgánico. Cuando dijo que terminaría en una planta de compostaje, transformado en abono, tuve el impulso de entregarle mis pequeñas historias por si también se podían reciclar, tal vez así sirvieran para algo. Luego supe que el empleado se las mostró a su hermana, cazadora de talentos de una editorial.
Nunca imaginé que, llegada la primavera, firmaría ejemplares de mi primera antología en la Feria del Libro, rodeado de una vegetación pujante gracias a las hojas marchitas con las que pasé aquella noche. En homenaje a ellas y al jardinero salvador, concluyo las dedicatorias para los lectores con un mismo ruego: «Por favor, no pises las flores».
Muchas gracias a todos por participar y esperamos sea el inicio de un certamen anual.
¡Buen verano!