Mariano Antolín Rato. Nació en Gijón, ha vivido sobre todo en Madrid (con largas estancias en varias otras ciudades españolas, europeas y norteamericanas) y actualmente reside en Andalucía. Estudió en las universidades de Oviedo, Complutense, de Madrid, y La Sapienza, de Roma, licenciándose en Filosofía y Letras. Ha publicado 14 novelas en editoriales como Alfaguara, Alianza, Anagrama, Azanca, Espasa y Pre-Textos. Con Cuando 900 mil Mach aprox, ganó el Premio de La Nueva Crítica; el Premio Quiñones con Fuga en espejo; el Premio Villa de Madrid con No se hable más; el Premio Juan March con Picudo rojo; y el Premio del Tren, con el relato Latinos en N.Y. También es autor de dos libros de ensayo y colabora habitualmente en revistas literarias y diarios de difusión nacional. Traductor de reconocido prestigio, ganó el Premio Nacional de Traducción en 2014.
Billar de letras (BdL): Llevamos ya varias entrevistas a traductores. Para preparar esta, he estado buscando algo de información sobre tu trayectoria y, de alguna manera, tengo la impresión de que, en tu caso, la traducción no es tanto una profesión sino una faceta más de tu historia personal. Así que mi primera pregunta sería: ¿cómo te convertiste en traductor y en qué medida consideras la traducción como un trabajo?
Mariano Antolín Rato: Cuando terminé la carrera las posibilidades inmediatas de trabajo que se me ofrecían eran las relacionadas con la enseñanza, algo que supondría integrarme en el funcionariado español, que detestaba. Eran los últimos años del franquismo. Durante los cinco cursos había actuado, y sobre todo dirigido, teatro universitario en las facultades de Oviedo y Complutense de Madrid, donde estudié. Mi intención, un tanto imprecisa, consistía en dedicarme al cine y por eso me presenté al examen de ingreso en la Escuela de Cine. Me suspendieron en la especialidad de dirección, aunque me aprobaron en la de guión. En realidad ya llevaba escribiendo desde que estudiaba bachillerato y colaboraba en la revista de mi colegio. Así que continué escribiendo. Dedicarme a la traducción no entraba todavía dentro de mis planes. Surgió al final de la carrera por circunstancias de las que daré cuenta más adelante.
BdL En la actualidad, muchos jóvenes se forman en facultades de traducción, pero en el caso de la traducción literaria, el porcentaje de traductores que proceden de facultades de traducción sigue siendo pequeño. ¿Crees que pasar por una facultad de traducción es una ventaja o una desventaja a la hora de traducir literatura?
Mariano Antolín Rato No puedo pronunciarme, pues mis contactos con esas facultades se reducen a varios talleres que di en ellas. Y mi impresión es que los alumnos esperaban que les proporcionara fórmulas que les facilitasen la traducción, y que tenían poco interés por los aspectos literarios.
BdL Creo que tuviste por mentor a José María Valverde, poeta y traductor. ¿Te ayudó en los inicios? ¿O tú a él? ¿Comentabais dudas o dificultades? ¿Podría ser que lo que falta en las facultades sea precisamente camaradería y tutelaje?
Mariano Antolín Rato Mi contacto con Valverde fue casual y nunca llegamos a tratarnos a fondo. Surgió en Barcelona a mi regreso de Italia, donde estudié un par de cursos. Se me había acabado la beca y ni siquiera tenía dinero para continuar el viaje a Madrid y terminar el último curso de Filología Italiana. Un amigo que me acogió en su casa trabajaba en la editorial Salvat. Allí Valverde dirigía una colección de fascículos de arte y necesitaba traductores. Fui a verle y tras una charla, y sin prueba, me encargó la traducción de unos cuantos. Los hice deprisa y corriendo, le parecieron bien y me animó a que me presentase en la editorial Barral, donde me recomendó. En Barral no tenían nada de italiano, pero sí de inglés. Y como yo también estudiaba filología inglesa, así, sin más, me encargaron la traducción de The Making of Americans (“Ser americanos”), de Gertrude Stein. Es una novela vanguardista —su autora decía que cubista— de casi dos mil páginas, que luego me enteraría nadie había querido traducir dada su dificultad. Ya en Madrid, y posteriormente en Inglaterra, trabajé durante más de un año en ella. Me supuso unos tremendos esfuerzos, pero conseguí una versión que encontraron buena. Además, me permitió aprender a traducir y a descubrir un placer en ese trabajo. Posteriormente las cosas vinieron rodadas y enlacé un libro con otro.
BdL Además de haber traducido a Dos Passos, Faulkner, Fitzgerald, Kerouac, Burroughs, Ginsberg, o a autores más recientes como Douglas Coupland, eres también autor de un buen número de novelas. En una entrevista que leí, decías que la traducción era para ti un trabajo gozoso porque no tenías que preocuparte por qué hacer con la trama o los personajes. ¿Es así?
Mariano Antolín Rato Bueno, en la traducción partes de un texto ya fijado y no ocurre, como con los libros que escribo a partir de nada más que unas notas previas con las que debo construir el relato. Eso te libera de un trabajo adicional.
BdL ¿Eres capaz de estar escribiendo una obra propia y a la vez traduciendo un libro?
Mariano Antolín Rato Llevo decenas de años haciéndolo, aunque hay momentos, en que la complicación de lo tratado me exige dedicarme exclusivamente a una cosa u otra.
BdL En 2014 te concedieron el Premio Nacional de Traducción por «por toda una vida dedicada a la traducción, por el amplísimo repertorio de registros lingüísticos, estilos literarios, corrientes estéticas y visiones del mundo con los que ha enriquecido nuestra lengua». Y precisamente de registros lingüísticos es de lo que vas a hablarnos en la sesión del club de traductores. ¿Qué criterio sigues para adaptar esos registros a tu idioma?
Mariano Antolín Rato Cada autor tiene su estilo, y en ocasiones varios. Habitualmente me lleva unos cuantos capítulos conseguir dar con el que me parece adecuado. Y entonces corrijo por primera vez lo ya traducido.
Esos autores que mencionas, y otros más, ya los conocía bien antes de ponerme a traducirlos. Estaba al tanto de sus registros, su mundo de referencias, el momento histórico en que desarrollan su escritura. Y es que hay que tener en cuenta, que tanto para escribir como para traducir, es preciso que el autor no solo sepa de literatura sino también del ambiente donde se desarrollan las cosas.
BdL Has traducido a muchos autores, pero llama la atención la cantidad de libros que has traducido de la generación beat y otros autores, digamos, underground. ¿Los buscas tú o te buscan ellos?
Mariano Antolín Rato Las dos cosas. Mi escritura ha sido calificada de underground, y alguien hasta ha escrito que soy uno de los últimos beat. Mi afinidad con su modo de escribir y su temática ha ido surgiendo a partir de una vida con ciertas equivalencias. De hecho, paso por ser el introductor de esa tendencia en España. Por otra parte, he tratado a algunos de ellos (Burroughs, Ginsberg, Snyder), lo que me permitió enterarme de aspectos no exclusivamente literarios que se reflejan en sus libros.
BdL ¿Cómo te las arreglabas para descifrar el argot en la era anterior a Internet?
Mariano Antolín Rato A base de diccionarios. Hay algunos excelentes en Estados Unidos. Pero como te explican a lo que se refieren en inglés, el problema es encontrar los posibles equivalentes españoles. Para ello hay que vivir en determinados ambientes, escuchar con atención y buscar la posible equivalencia. Y en último término recurrir a ciertos glosarios sobre el lenguaje de la delincuencia. Aunque difíciles de conseguir, ya entonces existían esos glosarios para uso interno de la policía.
BdL Dicen que fuiste el primero en usar la palabra «yonqui», hoy perfectamente asimilada al español. ¿En algún momento has tenido la impresión de estar ampliando los límites de nuestro idioma? ¿Te corregían los editores? ¿Te han criticado por ello?
Mariano Antolín Rato Aparte de “yonqui”, sobre el que tuve mis dudas, por lo que la primera edición de la novela de Burroughs con ese título en portada llevaba como subtítulo “Junkie”, creo que fui el primero que utilizó un término, tan corriente hoy, como “adosados” para referirse a los chalés. Pero también traduje otros términos que, al final, no han pasado al uso corriente. Téngase en cuenta que el argot es una forma de expresarse dentro de un círculo de personas que pretenden que no entienda quien sea ajeno a él. Así que por mucho que bastantes términos del mundo de la droga se deriven del inglés —caso de “caballo”, y también “jaco”, que traduce sin más el “horse” inglés con el que se designaba en argot la “heroína”—, otros muchos, como “pico”, por ejemplo, son creación española y no tienen nada que ver con el “fix” inglés, que yo traduje por “fije”, y nadie ha utilizado.
Los editores aceptaron mis proposiciones porque desconocían por completo que pudiera haber otras.
Las críticas más bien han surgido por mi pretensión de que el lector, aparte de por los nombres de personajes y lugares, aprecie que está leyendo algo que pasa en otro idioma. Para conseguirlo, en ocasiones fuerzo alguna expresión, sin que por ello sea incorrecta, y de ese modo suene a que lo que ocurre no sucede en español.
BdL Teóricamente, el traductor ha de ser completamente invisible y fundirse con el estilo del autor, pero siempre he pensado que, por mucho que uno quiera, hay algo de uno mismo que se hace patente en la traducción, como un actor que interpreta a un personaje y, por mucho que quiera hacerlo suyo, no puede deshacerse de su propio cuerpo, su gestualidad, su interpretación subjetiva de la historia. ¿Crees que hay algo tuyo en tus traducciones?
Mariano Antolín Rato Por lo que decía, inevitablemente hay algo mío en el trabajo que hago. Pero me parece que a todo traductor le ocurre lo mismo.
He escrito, y más de una vez, que el traductor debe ser invisible, pero su presencia, por mucho que se proponga que no sea así, se transparenta.
BdL: ¿Qué obra de las que has traducido ha sido la más gratificante? ¿Por qué?
Mariano Antolín Rato Probablemente la novela Last Exit to Brooklyn (“Última salida para Brooklyn”), de Hubert Shelby. Está llena de un argot y, más que nada, de unas formas expresivas de los barrios bajos de los años 50 del siglo pasado, que es cuando se desarrolla la acción. Los personajes son obreros, marineros, soldados, chulos y putas de Nueva York. Aunque es un ambiente que por cuestiones de edad y circunstancias personales desconozco, creo haber conseguido que a los lectores les sonara a auténtico.
BdL: ¿Cuál la más frustrante? ¿Por qué?
Mariano Antolín Rato De esas hay muchas. Son las que no conseguí dar con el tono del original. Suelen coincidir con las hechas exclusivamente por cuestiones alimenticias. A bote pronto, se me ocurre una biografía del fabricante de camiones Barreiros, escrita por Hugh Thomas.
BdL Si tuvieras una pensión generosa y vitalicia y no necesitaras dinero alguno, ¿seguirías traduciendo? ¿y escribiendo?
Mariano Antolín Rato Sí, sin ninguna duda. Traducir, aunque también leer, pero en mayor grado, me permite establecer un gozoso contacto íntimo —y no me refiero al físico, claro— con escritores que admiro y me enseñan a vivir y a contar situaciones y estados de ánimo que ignoro o soy incapaz de expresar sin su guía.
Y con la escritura habito en un mundo en paralelo mucho más excitante que el cotidiano.
No estoy dispuesto a renunciar a ello.
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Si queréis asistir a la clase magistral que Mariano Antolín Rato dará sobre El argot y las dificultades de su traslación a una realidad distinta en el marco de nuestro club de traducción literaria el martes 28 de marzo a las 19:30, sólo tienes que escribirnos un email a info@billardeletras.com o llamarnos al 91 532 40 64.
¡Os esperamos!