La dulzura de las manzanas arrugadas. WINESBURG, OHIO, de Sherwood Anderson por Fernando Alonso

POSTED BY   Natalia
19/10/2015
La dulzura de las manzanas arrugadas. WINESBURG, OHIO, de Sherwood Anderson por Fernando Alonso

Sherwood AndersonLa dulzura de las manzanas arrugadas. WINESBURG, OHIO, de Sherwood Anderson, por Fernando Alonso

Por la exclusiva razón de mi temprano interés por la lectura y el hecho de que en mi casa hubiera algunos tomos sueltos de la Biblioteca Premios Nobel de la editorial Aguilar, tuve la suerte de que, a corta edad, una de mis primeras incursiones en la literatura adulta fuera el volumen dedicado a Sinclair Lewis (1885-1951). El libro contenía tres novelas: Calle Mayor, Babbitt y El doctor Arrowsmith. Claro que no pude ser capaz, como lo soy ahora, de valorar la carga crítica de estas obras para con la clase media estadounidense, pero sí recuerdo la emoción de su lectura, de la que quizá provenga algo de mi admiración por la literatura norteamericana.

En 1919, un año antes de la publicación de Calle Mayor, Sherwood Anderson (1876-1941) había publicado un libro de relatos bajo el título de Winesburg, Ohio. Si aquélla se desarrollaba en una pequeña ciudad de Minnesota, éstos lo hacían en un pueblo de Ohio que, cómo no, también tenía su Calle Mayor. Los dos textos muestran el transcurrir de la vida a comienzos del siglo XX, fuera de las grandes urbes, en el llamado Medio Oeste americano.

Tanto Minnesota como Ohio se sitúan en la región de los grandes lagos que limitan con Canadá, más al norte y al este de lo que la denominación de medio oeste pudiera dar a entender. Desde el punto de vista literario esto tiene su importancia porque, a diferencia de la literatura sureña, la de esta región no está teñida por el oscurantismo y el fanatismo religioso y racial que caracteriza a aquélla. De hecho, en la época de la guerra civil la mayoría de su población era abolicionista.

A Sinclair Lewis y a Sherwood Anderson, se les sitúa junto a Theodore Dreiser, Edgar Lee Masters y Carl Sandburg en el entorno de un movimiento literario crítico con el sueño americano, en buena medida ligado al periodismo, que se conoce con el nombre de Grupo de Chicago. Fueron Dreiser y Sandburg quienes ayudaron a Sherwood Anderson en la publicación de sus primeros relatos.

Es opinión unánime de la crítica considerar a Winesburg, Ohio uno de los libros capitales de la literatura americana del siglo XX. De él y de su autor, Sherwood Anderson, se han reconocido deudores algunos de los más grandes escritores norteamericanos, como Faulkner, Steinbeck o Hemingway. En palabras del primero, fue «el padre de toda una generación de escritores a la que pertenezco».

winesburg ohioSe trata de un texto relativamente corto, de lectura fácil y gran sencillez, como la vida del pueblo que retrata. Igual que tantos otros tiene su Calle Mayor, lugar de encuentro y vida social de la población, a la que dan fachada los comercios y edificios más representativos. Por su parte trasera discurren los callejones. En ellos se mueve la otra cara de la existencia, la que se desea salvaguardar de las miradas de los demás. La vida diaria de la población gira alrededor de sus instituciones: la estación de ferrocarril, el hotel, el periódico local, la iglesia presbiteriana, el banco, los comercios, los bares de reunión. Más allá del centro comienzan los arrabales adonde se huye en busca de intimidad personal o sentimental: los terrenos de la feria, el bosque o el arroyo Wine.

El Winesburg que describe Sherwood Anderson no se corresponde con la actual ciudad del mismo nombre: en realidad se trata de la recreación de la antigua Clyde, cercana al lago Erie, donde el escritor pasó su niñez, un pueblo agrícola dedicado al cultivo de la fresa y otros frutales.

Éste es el entorno en el que viven los protagonistas de los distintos relatos, muchos de ellos con dificultades para adaptarse al cambio social que conlleva la industrialización. Todos sienten deseos de expresar su inconformismo y compartir sus frustraciones y secretos. Unos han nacido y vivido siempre allí; otros han llegado al pueblo huyendo de su pasado; algunos marcharon un día y luego volvieron; los jóvenes sólo sueñan con salir de aquel lugar hacia las grandes ciudades del Estado -Columbus, Cleveland, Cincinnati- para reorientar su vida.

A lo largo del libro y relato a relato, nos encontramos con las figuras de la maestra, el médico, los pequeños empresarios, las familias adineradas, los solitarios y los marginales. Ninguno de ellos está trazado con brocha gorda ni como arquetipo: cada uno tiene una historia profundamente humana y personal que contar, aunque a veces no encuentre las palabras para hacerlo. Entre ellos se mueve un personaje clave: George Willard, un joven que está empezando a hacer sus pinitos como cronista en el periódico local, al que unos y otros se acercan y abren su corazón, quizá con la secreta esperanza de pervivir en la pluma del futuro reportero.

El texto es una obra coral, al modo del género de vidas cruzadas cinematográfico. Esta estructura y su forma de acercamiento psicológico a los personajes de cada relato que, en su conjunto dibuja un fresco sociológico de una parte del pueblo americano, introdujo una nueva forma de entender el relato en un país en el que el cuento corto ha alcanzado la categoría de forma literaria autóctona.

Pero la existencia de estos dos planos apuntados plantea una pregunta de carácter crítico: ¿Es Winesburg, Ohio un libro de relatos o es una novela como sostienen muchos? En mi experiencia de lector considero que, según se avanza en la lectura de éstos, el texto va adquiriendo unidad literaria, favorecida, además, por la existencia de diversos personajes que aparecen y reaparecen en la historia bajo diferentes ópticas. Finalizada, poco nos importará si se trata de un conjunto de relatos o de una novela. De ser lo primero, el libro alcanza su verdadera dimensión con la lectura completa de aquéllos. En realidad, lo dijo el propio Sherwood Anderson: «Las historias estaban unidas. Sentí que, tomadas en su conjunto, serían algo parecido a una novela, una historia completa».

El estilo de Sherwood Anderson es de una gran sobriedad expositiva. Siempre observa a sus personajes con una mirada compasiva y una ilimitada capacidad de comprensión: nunca les juzga. Ello da como resultado un texto de enorme humanidad, belleza y sensibilidad. Como él mismo planteó: «El narrador debe ocuparse de la vida como la siente, como la huele, como la saborea. No le corresponde ciertamente a él hacer la revolución». Son características que inevitablemente recuerdan a Chéjov.

Si tuviéramos que destilar los sentimientos que gravitan entre los personajes de Winesburg, Ohio, nos encontraríamos con la frustración, la soledad y el fracaso, pero también con la sexualidad reprimida como elemento perturbador de la personalidad de sus protagonistas.

Los relatos de Winesburg, Ohio no tienen la estructura del relato clásico. En lugar de un planteamiento canónico -presentación, nudo y desenlace-, lo que muestran son momentos en la vida de los personajes que protagonizan las distintas historias. En medio de ellas suele aparecer un hecho que transforma su conducta. El propio Sherwood Anderson formuló esta propuesta literaria: «La verdadera historia de la vida no es sino una historia de momentos. Es sólo durante algunos raros momentos cuando realmente vivimos».

En congruencia con el estilo descrito, tampoco cabe en estos relatos el giro o el final inesperados. Si existe alguna sorpresa, es la de los propios protagonistas que en esos momentos de revelación se ven a sí mismos actuando de una forma que nunca hubieran pensado, aunque, una vez tomada conciencia de ello, enseguida traten de reconducir su vida a los cauces de la rutina diaria.

Es en George Willard, el futuro periodista y confidente de los personajes, donde cristaliza la insatisfacción de todos ellos. Es él quien realmente protagonizará el deseo colectivo de cambio, dejando atrás el mundo en el que viven para marchar lejos en busca de futuro. Este proceso de emigración del campo a la ciudad, de raíz psicológica, económica y social es el que sufrieron las regiones agrícolas americanas a finales del XIX, bajo el peso o el impulso -como se quiera ver- de la industrialización y el mundo de las finanzas. Winesburg, Ohio representa una visión lírica, no exenta de ternura, sobre un tipo de vida que estaba desapareciendo para siempre. Quizá, como para su narrador, sólo queden de ella algunos recuerdos como el del sabor de las manzanas arrugadas que aún permanecen en los árboles después de la recolección, y cuya dulzura sólo unos cuantos conocen.

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Natalia

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