Si un personaje está nervioso, será más efectivo mostrarlo fumando un cigarrillo detrás de otro y mordiéndose las uñas, que decirle al lector, perezosamente: ‘el personaje estaba muy nervioso’. Ningún lector va a creer lo que el autor le diga, a no ser que pueda ‘vivirlo’, verificándolo en el texto. Existe algo llamado ‘correlato objetivo’, y consiste en los elementos objetivamente constatables, como ingredientes de una determinada situación. Y que actúa, para el lector, como la fórmula objetiva cuyos contenidos son otros. Por ejemplo, para mostrar la euforia de un personaje, se puede:
1) decir que estaba emocionado, exultante, más contento que nunca (mal hecho) o
2) mostrarlo ejecutando tales acciones: dando brincos, abrazando a todo el que se le cruza, bailando con una música imaginaria (correlato objetivo, bien hecho). En cuanto a esto último, no es necesario decirle al lector que el personaje ‘estaba eufórico’, ya que las acciones objetivas que ejecuta dicho personaje transmiten, precisamente, la noción de euforia.
Conceptos claves: objetividad, estado anímico, sugerir, lector.
Ejercicio: Parte de la siguiente situación narrativa: un personaje permanece en la sala de espera de un hospital (inventa el motivo). Ahora narra una escena donde transmitas el estado de ánimo de ese personaje (nerviosismo extremo, angustia, ilusión en espera de un parto, etc). Pero, ojo: nunca penetres en las sensaciones o pensamientos del personaje, solo muestra sus acciones externas: gestos, diálogos con otras personas, llamadas telefónicas, tics nerviosos. Y recuerda: que le transmitan al lector su estado de ánimo. Todo un reto.