Ejercicio de traducción: los nombres propios
Hoy podemos sonreírnos si oímos hablar de Juan Sebastián Bach, o de Emilio Zola, aunque esa fuera la costumbre en otra época. En nuestros días, los únicos nombres propios que se traducen son los de las casas reales (y así seguimos hablando de Isabel II o del Príncipe Carlos) o los de los Papas (como Juan Pablo II).
Pero no siempre los nombres han de conservarse. Veamos el ejemplo de Peter Pan, de J.M. Barrie. Todos recordamos con emoción a Campanilla, al Capitán Garfio o el País de Nunca Jamás. ¿Alguien puede imaginar que pudieran ser Tinker Bell, el capitán Hook o Neverland?
Ejercicio 1: Si conoces otros idiomas, busca los nombres de estos personajes, comprueba si se han traducido o no, valora si sus nombres son más o menos efectivos.
Ejercicio 2: Si te fijas, nunca se ha traducido el apellido de la familia de Wendy, los Darling siguen siendo los Darling en la versión española. Y ¿qué decir de Peter Pan? Imagínate que eres el primer traductor de este maravilloso libro. ¿Cómo decidirías qué nombres traducir y cuáles no? Échale imaginación y haz unas cuentas pruebas.
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