Paseos con mi madre de Javier Pérez Andújar, publicado por Tusquets, por Natalia Alonso.
¿Es posible enamorarse de un libro en una clase? Así, como un flechazo a primera vista. Alberto Olmos, en el Curso de novela española del siglo XXI, recomendó una serie de títulos, entre ellos Paseos con mi madre de Pérez Andújar. Tras leer un fragmento en clase, supe que debía abarcar toda la obra.
Mi amor por Barcelona hizo que leyera “Paseos con mi madre” con ojo clínico y elevadas expectativas. Y el libro no me ha decepcionado. Ahí está el retrato de una ciudad que ya sabíamos de contrastes, donde, al contrario de lo que normalmente se nos muestra en películas, novelas y folletos turísticos, aparece alejada de ese cosmopolitismo del que unos y otros quieren revestirla. Pero Barcelona, además de ciudad Condal, es una provincia con sus barrios, sus localidades aledaña su San Adrián de Besós.
Pérez Andújar convierte a gente anodina en auténticos personajes novelescos. Y como un fotógrafo de sucesos o un cronista infalible, nos muestra lo que hay a su alrededor. Pero sin pretensiones de objetividad, como quien pasa de puntillas por un pasillo en penumbra, nos deja frases como destellos: “Por la acera más apartada un paseante lleva tres pitbulls albinos como tres balas de plata”.
Se trata más de un libro de crónicas que de una novela, fragmentos de un espejo con Barcelona como telón de fondo. Tiene mucho de manifiesto político, y da miedo comprobar lo en boga que están ciertos temas que se tocan en el libro. Cómo la democracia no es otra cosa que ambulatorios, colegios públicos, parques e instalaciones. Ya lo dice el propio autor: “La democracia es algo que se ve y se toca, y donde no se percibe es que no la hay”, ¿o serán palabras de Ada Colau?
Sería interesante el experimento de un Paseos con mi madre Volumen 2, donde Pérez Andújar revisara y pusiera al día ciertas afirmaciones: “La gente que llegó de los lugares más pobres de España, está cediendo su hueco a la gente que llega de los lugares más pobres del mundo”. Es terrible leer esto y no estremecerse, viendo cómo los hijos y nietos de esos españoles pobres, ahora, se han de marchar, no ya de Barcelona, sino del país que llamamos España.
Como un auténtico visionario Pérez Andújar comenta que es más democrático ir a pie al trabajo que en helicóptero al Parlamento, que se lo digan si no a Manuela Carmena.
Estos retazos de realidad pueden leerse rápido, como quién hojea las páginas asalmonadas de los periódicos sin entender bien qué es la prima de riesgo, o hacer como yo: dosificar cada historia, darle su espacio, saboreando el lenguaje y sobre todo, dejando que algunas ideas que plantea el autor, se rumien, se desgranen y luego sacar tus propias conclusiones.
“En Barcelona, ser catalán consiste más en pertenecer a un estatus social que en pertenecer a un país”, a simple vista podría parecer una frase como cualquiera otra, pero encierra una verdad que no muchos se atreven a decir en público. Pérez Andújar habla sin tapujos sobre temas espinosos, el sentimiento nacionalista, el catalán como lengua, que aun habiendo nacido en Barcelona, no lo habla por respeto a los catalanes, las diferencias entre barrios, los prejuicios que existen dependiendo de dónde se sea dentro de una misma provincia…
Después de leer Paseos con mi madre me ha picado el gusanillo de conocer San Adrián de Besós y convertirme en esa turista accidental que recorre calles y plazas en busca de lo hallado en un libro. Creer reconocer al Miguelito en los ojos de un chaval que pasea por la orilla del río Besós, buscar el Pryca sin éxito o tratar de imaginarme en medio de una cacería de ratas.
Pérez Andújar es alguien a quién sin duda invitaría a tomar unas cañas en Malasaña o en Poblenou para escuchar estas historias de su boca. Y le preguntaría qué piensa de la actualidad, de la maldita actualidad, puntualizaría sin duda.
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