La escritura de viajes, en sus orígenes, tiene que ver estrictamente con la documentación, con acercar al lector realidades remotas. Entonces el viajero da testimonio de lo que ha visto y vivido, siendo su escritura el medio para dejar constancia de su experiencia y poder así compartirla con los demás. Por ello la escritura de viajes suele apoyarse en materiales previos que se elaboran durante el recorrido: notas en un cuaderno, diarios, cartas e incluso dibujos, bocetos o fotografías.
Aunque estos apuntes y materiales gráficos tienen la función de ‘fijar la memoria’, sin embargo, no pueden abarcar, a nivel memorístico, todo lo que se ha vivido. Imaginemos que el viajero regresa a su vida cotidiana, entonces, un buen día, tal vez han transcurrido meses o años,
decide escribir su viaje, o hacer un relato aprovechando determinada vivencia, o le llega el encargo de una crónica sobre un sitio que ha visitado meses atrás. De entre todos aquellos cuadernos y apuntes guardados celosamente, recupera lo referido a este viaje en concreto que quiere narrar, y cuando empieza a releer sus apuntes ocurren dos cosas. Primero, la memoria se revitaliza, e incluso descubre vivencias que tenía prácticamente olvidadas. Pero luego, poco a poco, se va dando cuenta de que muchas cosas aparentemente secundarias no están registradas en sus apuntes. ¿A qué olía el aire en un atardecer de Varanasi mientras navegaba cerca de los crematorios? ¿Cómo era la cara de ese chico que remaba río abajo? La memoria empieza a rebuscar, ya se ha puesto a hacer la parte ardua del trabajo: reconstruir detalles, atmósferas, elementos aparentemente secundarios, pero fundamentales para trasmitir esa ‘sensación de vida’ de la que hablara Henry James, imprescindible en todo texto narrativo, más aun en la escritura de viajes y experiencias.
Uno de los tópicos de la escritura de viajes es que el viajero debe ser observador, mantener viva la capacidad de apreciar detalles y de retenerlos, y es en lo concreto, donde operan los sentidos. Se necesita de mucha habilidad y paciencia para persuadir con la escritura a través de éstos. Convirtiéndose la memoria en una herramienta imprescindible.
Ya podrás imaginar en qué puerto vamos a fondear. Para el viajero es fundamental trabajar con la memoria involuntaria, porque allí están los detalles sensoriales de su experiencia, y constituyen indispensables condimentos de su escritura. No basta con decir que navegué toda la tarde por el Ganges, hay que trasladar al lector a aquella vivencia, y para esto mis pequeños recuerdos en torno a los detalles, resultan reveladores. Un pequeño recuerdo concreto: una gran puerta para que el lector ‘sienta’ lo que le narramos.
Ahora bien, una cosa es saber que esos recuerdos involuntarios existen, y otra muy distinta es aprender a trabajar con ellos a nivel literario. Pero existe el camino recorrido por otros escritores. En el año 1978, George Perec, uno de los fundadores del grupo OULIPO, publicó un libro con una relación de cuatrocientas ochenta breves anotaciones, todas encabezadas por ‘Me acuerdo de’, y a continuación un chispazo de memoria, algo concreto y singular que solo a él le pertenecía. Al final del libro deja páginas en blanco: la idea era que cada escritor o lector del libro agregara sus propios ‘Me acuerdo’.
La fuerza generativa de los ‘Me acuerdo’, radica en su precisión y concreción. No nos vale enunciar cosas como ‘Me acuerdo del momento en que vi las torres Petronas de Kuala Lumpur’’ o que ‘tomé un tren en la India’. La eficacia literaria está en saber aprovechar el detalle concreto para dejar en el lector una determinada imagen sugestiva. Dibujar con palabras, de eso se trata.
“Me acuerdo de un hombre que remaba con los pies, en un lago de Vietnam, mientras fumaba un cigarrillo que pasaba de una mano a otra”.
Ejercicio: Elabora una lista de ‘Me acuerdo’ basada en experiencias viajeras previas o en recuerdos de vida, o en contactos con otras culturas. Lo fundamental es que se trate de recuerdos aparentemente intrascendentes, centrados en detalles e imágenes singulares. El reto es que cada uno nos diga algo singular, que solo tu memoria es capaz de rescatar y convertir en materia literaria.
1) Ten muy en cuenta la necesidad del uso de los sentidos, fundamentalmente visuales, aunque también puedes incorporar elementos olfativos, táctiles o de otra naturaleza.
2) Esfuérzate en cada enunciado: que cada ‘Me acuerdo’ no sea simplemente un frase, sino una frase con elaboración literaria, una imagen sugestiva y literariamente elaborada, con su singularidad y ‘brillo’ que pueda dar lugar a un cuento, usándolo como núcleo o punto de partida.
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