Un lápiz de gran alcance

POSTED BY   Natalia
25/10/2016
Un lápiz de gran alcance

almas_vencidasDe la primera edición del taller de traducción literaria de Billar de letras, nació Almas vencidas de Edith Wharton, publicado por Traspiés editores. Os dejamos su prólogo firmado por la traductora y coordinadora de los talleres de traducción literaria de Billar de letras, Maite Fernández.

Prólogo

Decía Edith Wharton que lo primero que debía hacer un autor era aprender a ajustar su propia visión «al tamaño de su lápiz». Con esa premisa, la autora desarrolló una obra compacta y peculiar, en la que describió como nadie el mundo de la alta sociedad americana, una sociedad ostentosa y desbordante de ambición, pero también provinciana, pacata y reprimida.

Edith Newhold Jones sabía de lo que hablaba. Había nacido en Nueva York, en 1862, en el seno de una acaudalada familia. Vivió el tránsito de un mundo rural, donde las mujeres llevaban los tobillos cubiertos, las calles se alumbraban con luz de gas y los carruajes circulaban tirados por caballos, a otro mundo moderno, industrial y capitalista, el de las faldas cortas, la electricidad y los coches de motor; conocía bien las casas de campo y los salones en los que lo más granado de la ciudad celebraba reuniones y fiestas; y había vivido en sus carnes la desgracia de un matrimonio frustrado, con un hombre algo mayor, enfermo y deprimido, de quien tardó 28 años en divorciarse para convertirse en esa mujer libre con la que sus personajes sueñan.

El texto que presentamos es uno de sus primeros relatos. Integrado en la colección que lleva por título La mayor inclinación, publicado en 1899, Almas vencidas anticipa de manera sorprendente algunos de los que serán los grandes temas de la autora: el matrimonio, con todos sus convencionalismos, pero también con sus aspectos prosaicos de contrato económico, el papel de la mujer como musa del artista, y el conflicto entre los deseos del individuo y el camino que le marca la sociedad, la búsqueda de la libertad y la defensa del propio pensamiento.

Pero en Almas vencidas no solo se anticipan los temas de Wharton, sino que se perfilan claramente también los que serán los rasgos estilísticos de esta autora difícil de clasificar. Edith Wharton expresó en diversas ocasiones su distanciamiento con respecto a las vanguardias artísticas y a la nueva ola del modernismo del que son máximos  representantes James Joyce y Virginia Woolf. Y, sin embargo, en modo alguno fue una autora conservadora. Con su individualismo a ultranza, Edith Wharton despreció las innovaciones literarias de su época, sin por ello atenerse a lo establecido; sus innovaciones discurrieron por otros derroteros, acercándose a veces a hallazgos literarios que surgirían más tarde, como son esas descripciones cinematográficas, llenas de movimiento y en las que es capaz de elegir el detalle significativo sin aburrir al lector con elementos fútiles, o esa capacidad de la autora para crear narradores capaces de retirarse a tiempo y dejar al lector la tarea de asimilar toda la información cuidadosamente seleccionada y transmitida para llegar, aparentemente por sí mismo, a ese instante de revelación, de epifanía, en el que tiene la impresión de comprender de pronto el sentido de todo lo acontecido –leído– hasta entonces.

Puede extrañar que la obra de Edith Wharton no estuviera al alcance de los lectores hispanohablantes hasta la década de los 80, con la única excepción de La casa de la alegría, que se tradujo en 1911, sutilmente disfrazada dentro de la revista La España Moderna con el título de Los millonarios en Estados Unidos o el País del Placer. Estudio Social, y más tarde de La solterona, que logró pasar los filtros de la censura franquista en 1947. Desde entonces, hubieron de transcurrir más de treinta años para que la editorial Alianza se decidiera a publicar en 1978 sus cuentos de fantasmas, y a partir de ahí toda su obra fuera traduciéndose y reeditándose continuamente hasta nuestros días. Pero que esas novelas de hombres y mujeres casi siempre adinerados, que transcurren entre bailes, cenas y funciones de ópera, escritas en un tono elegante e intachable, fueran tan rigurosamente excluidas, puede hacernos intuir las hebras incendiarias que atraviesan esos tapices de escenas de salón aparentemente inocuas.

Edith Wharton es una autora poliédrica y única: la apasionada de la decoración y la jardinería que fue capaz de acabar con los cortinajes tupidos y las abigarradas estancias y construir The Mount, su mansión en Lenox (Massachussets), convertida hoy en museo; la millonaria caprichosa que pudo también recorrer las trincheras de Francia durante la Primera Guerra Mundial, escribiendo crónicas y trabajando enérgicamente a favor de los enfermos, los desempleados y los refugiados de guerra; la lectora empedernida y teorizadora de la literatura que escribió las más mordaces sátiras de los acaparadores de cultura; la escritora clásica y realista que innovó en solitario y a su manera. Y este relato, Almas vencidas, es un pequeño frasco que parece contener buena parte de su obra en miniatura.

*****

La traducción que presentamos del relato se ha realizado en el marco del taller de traducción literaria de Billar de Letras que he tenido el placer de tutelar. Un taller de traducción literaria es como un taller de escritura: hay mucho que enseñar, pero es necesario que los participantes sientan una pulsión literaria y estén dotados de talento para la escritura. Así ha ocurrido en este taller, en el que nos hemos puesto todos manos a la obra y hemos unido la teoría con la práctica, la traducción con la lectura de las obras de la autora, el cuidado por la corrección lingüística y la exactitud con el hincapié en la fluidez de las frases, la tensión dramática de los diálogos o la precisión quirúrgica de las imágenes. Cada fragmento ha sido comentado en clase, corregido, revisado luego por un compañero y vuelto a corregir. Entre todos, hemos explorado el significado de cada frase, hemos buscado las fórmulas óptimas, hemos llegado a acuerdos y hemos tomado decisiones en común para dotar al texto de su necesaria homogeneidad. Como en una buena orquesta, cada músico ha interpretado su partitura pero lo que queremos es que se escuche, por encima de todo, el concierto.

Me gustaría terminar recordando que el texto que presentamos, parafraseando a David Bellos, contiene las frases y los párrafos de Edith Wharton; suyas son las digresiones, la selección de las anécdotas, los pensamientos, los ambientes, los personajes y el argumento, pero las palabras… las palabras que leerán en las próximas páginas, son de sus traductores.

Maite Fernández Estañán
Traductora y coordinadora de los talleres de traducción literaria de Billar de letras.

Si quieres información sobre nuestro taller de traducción literaria pincha aquí o escríbenos un email a info@billardeletras.com o llámanos al 91 532 40 64.

 

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Natalia

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