Billar de Letras (BdL): Las entrevistas hechas hasta ahora han sido temáticas, pero esta de hoy no solo plantea otro tema, sino que inicia de algún modo una nueva serie, la de las entrevistas a traductores literarios como material de apoyo de nuestro Taller de traducción literaria. Inaugurar la serie contigo es todo un lujo, a la luz de tu larga y brillante trayectoria como traductora y de la reciente visibilidad que has obtenido durante estos días por ser la traductora al español de casi toda la obra de Patrick Modiano, el autor francés que acaba de recibir el Premio Nobel. Aprovechando el momento, me gustaría preguntarte en primer lugar por tu trabajo en relación con Modiano: ¿le conoces personalmente? ¿Has tenido ocasión de consultarle dudas sobre tus traducciones? Y si ha sido así, ¿cómo ha respondido?
María Teresa Gallego Urrutia (MTGU): Pues no. Conozco personalmente a algunos de los escritores vivos a quienes he traducido y con casi todos he hablado por teléfono, o hemos cruzado correos electrónicos. Pero la primera vez que me dirigí a ellos fue porque tenía alguna duda, porque quería precisar algún matiz. Con Modiano no me ha pasado nunca, y como es sabido que es una persona tímida y reservada me pareció una impertinencia escribirle sólo para hacer constar mi existencia. Creo que ahora le escribiré para decirle qué alegría ha sido lo de su premio. Por correo postal y con estilográfica, que es lo que él prefiere por lo que he leído en varias entrevistas (a mí también me gusta escribir con estilográfica).
BdL: A lo largo de estos años, has traducido, creo, 11 obras suyas a lo largo de 7 años. ¿No te sientes a veces un poco poseída?
MTGU: Sí; tanto que un día me sorprendí traduciendo a toda tecla sin mirar el original.
Pero en realidad me siento poseída por casi todos los escritores de quienes he traducido varios libros. De hecho, cuando acabo un libro muchas veces me quedo varias horas algo así como vacía. Ya no soy el escritor y todavía no soy yo.
BdL: Ahora que Patrick Modiano ha recibido el Premio Nobel, me pregunto si el jurado habrá leído su obra en francés o si la habrá leído traducida al sueco o a algún otro idioma. ¿Tienes alguna noticia sobre ello? ¿Alguien ha mencionado a sus traductores? ¿Te sientes en cierto modo traductora Nobel?
MTGU: No, no tengo ni idea de en qué lo habrán ido leyendo los miembros del jurado. Supongo que algunos en francés. Pero también alguno lo habrá leído traducido, doy por hecho. Sólo he leído estos días prensa española y de algunos países sudamericanos. Y prensa francesa. Con lo cual, lógicamente, no me he topado con nada referido a traductores a otros idiomas.
Me he alegrado mucho de que el Nobel haya recaído en Modiano. Y si algún día lo hace en Pierre Michon también me alegraré enormemente. Pero no creo que sea ni más difícil ni más meritorio traducir a un premio Nobel que a otro escritor.
BdL: Una pregunta capciosa. Una obra traducida es una planta trasplantada. Modiano traducido se ha de imbuir por fuerza de la lengua, la historia, la cultura, el contexto del español. ¿Crees que ha perdido algo Modiano? ¿Y qué crees que puedes haberle dado?
MTGU: Si le hubiera dado algo la traducción no sería digna de tal nombre y yo sería una persona muy poco de fiar y una pésima traductora. No, no, el escritor traducido tiene que imbuir de su lengua (que subyace aunque lo hagas hablar en otra lengua, porque sin ella no habría dicho lo que ha dicho, la lengua manda mucho en cómo se vive el mundo, mejor dicho es el reflejo, la plasmación de cómo viven el mundo los hablantes de esa lengua), de su historia y de su cultura al lector. El traductor no tiene que llevar al escritor al país y al mundo del lector, tiene que llevar al lector al país y al mundo del escritor. Es el lector quien tiene que viajar, no el escritor.
BdL: Todos tenemos nuestros autores favoritos, aquellos que nos han marcado y nos han hecho cambiar de alguna manera, o ver el mundo con otros ojos. La relación del lector con el autor es tan profunda que a veces uno se siente más próximo a un determinado autor que a personas con las que trata todos los días. Pero cuando traduces, esa relación es más intensa aún. ¿Hay algún autor que creas que te ha marcado de manera especial por haberlo traducido y que no lo hubiera hecho si sólo te hubieras acercado a él como lectora?
MTGU: Lo que me ha permitido traducirlos es conocerlos como un relojero a un reloj, desmontar sus maquinarias y volverlas a montar. Ver una dimensión de ellos que el lector no suele ver.
BdL: Cuando uno lee tu currículum, se queda impresionado. Has traducido más de 140 novelas, y ninguna mala, además de otra multitud de cosas. Has recibido todos los premios que existen en España para traductores: el Premio Nacional de Traducción, el Premio Stendhal, el Premio Esther Benítez. Y sin embargo, no hay muchos casos como el tuyo. ¿Cómo empieza uno a traducir libros importantes? ¿Cómo crees que puede una persona joven ganarse la confianza de un editor para que le encargue un trabajo de ese tipo?
MTGU: Que al traductor le rezume el entusiasmo y la pasión creo que es importante. Y sobre todo que se le note una cultura bien arraigada, que se le note que es un lector empedernido. Es evidente que según se van cumpliendo años se van sabiendo más cosas y se van dominando más los propios recursos y se les va sabiendo sacar más partido. Y se va aprendiendo a investigar. Pero la cultura y la lectura –y la cultura vendrá en buena parte por la lectura- tienen que estar ahí desde que eres muy joven, desde la infancia, desde la adolescencia. La lectura y la pasión por la lengua tienen que haber sido una necesidad en tu vida, como el aire que se respira. Yo traduje el primer libro a los 17 años, cuando estaba en primero de carrera, por el procedimiento de escribir al director de Seix Barral y decirle que mi sueño era ser traductora del francés. Algo vio, al parecer, en aquella jovencita tan inexperta y tan apasionada. Y ahí empezó todo.
Y, desde luego, las primeras traducciones llegan muchas veces por la convivencia con otros traductores. Por eso creo que todo traductor en ciernes debe pertenecer a una asociación de traductores y conocer a sus colegas ya en activo. Ahora es muy fácil con el correo electrónico pertenecer a una lista de distribución de una asociación. Los contactos para traducir van surgiendo y cuajando así, integrándose en ese mundo. Y también asistiendo a jornadas de las asociaciones, que es otra forma de integración en ese ambiente. Lo de deslumbrar luego a un editor con la calidad del trabajo… eso ya es empresa personal, y tiene que ver con lo que decía antes de que rezumen la pasión, el entusiasmo y la cultura.
Comentario: Más de un libro anodino he traducido… no todos han sido «obras eternas». Pero en lo referido al hecho en sí de traducir eso no tiene demasiada importancia. Lo que importa es el desafío que supone la traducción y la lealtad a lo que tienes entre manos. Y eso existe siempre.
BdL: Me imagino que leerás muchos libros en su versión original, pero alguna vez leerás también libros traducidos, incluso de idiomas que conoces, ¿qué sensación tienes al leer las traducciones de otros?
MTGU: Sólo leo libros franceses en versión original. Sólo domino el francés. Leo muchas traducciones, claro. La experiencia como traductora me da seguramente un oído y una sensibilidad particularmente finos para notar cuándo algo no va bien aunque no conozca el idioma original. No sé qué falla, pero sí sé que algo falla. Y también noto una sensación de gozo puramente físico cuando una traducción es buena. No sé detalle a detalle por qué es buena, sé que es buena y ya está. Y noto que al leerla estoy leyendo al escritor. Y me invade una sensación de agradecimiento hacia el traductor. También leo a veces traducciones del francés, porque me gusta seguir de cerca a mis colegas, a mis amigos, comentar con ellos. Y porque a veces estoy en jurados de premios
BdL: Los lectores a veces valoramos de forma simplista un texto, decimos que está bien o mal traducido sin conocer en absoluto el original. ¿Crees que los lectores juzgamos demasiado a la ligera o crees que esa sensibilidad instintiva es suficiente? ¿En qué crees que ha de fijarse el lector?
MTGU: No creo que el lector tenga que fijarse en nada de forma deliberada. Si lee a gusto seguramente la traducción es buena. Si a ratos tropieza en algo o se siente incómodo seguramente no lo es y, si el libro es un clásico con varias versiones, puede cambiar de versión.
Existe algo curioso: «lectores» de criterios pedestres que en realidad son personas malhumoradas a quienes lo que les hace disfrutar es pasar por más listos que el resto de la humanidad. Una vez un amigo me mandó un enlace a un foro donde se comentaban libros que se leían en grupo. Y hablando de Los Miserables, había un participante en el foro que decía, cotejando el original con mi traducción: «Qué traducción tan espantosa. En francés dice Il le visita y en español dice Fue a verlo. ¿Dónde está el verbo visitar en la traducción?» Y luego seguía con ejemplos y críticas similares de otras traducciones y otros traductores. Por supuesto es un juicio a la ligera y propio de alguien muy corto de luces. Pero no creo que a ésos se los pueda considerar lectores.
BdL: Y como profesional, ¿en qué crees que se diferencia un buen traductor de uno malo?
MTGU: Las traducciones que no son buenas, no son traducciones en realidad, no se las puede llamar en propiedad traducciones. La traducción te permite leer al escritor cuyo idioma no conoces. Si no lo permite… no es una traducción.
BdL: Un traductor es como un actor, tiene que dejar de lado su propia personalidad y hacer suyos a otros personajes, en este caso concretamente a los autores de los libros, con sus gustos, sus manías, sus obsesiones. Pero los actores, por muy camaleónicos que sean, se sienten más cómodos con unos personajes que con otros. ¿Te ocurre eso? ¿Con qué autores te has sentido más a gusto?
MTGU: Me siento más a gusto, como dije en las líneas que escribí para El País el día en que se dio a conocer el nombre del premiado, en los barcos que llevan un timonel de mano firme cuando soy el viento en las velas de ese barco para llevarlo a las costas en que se habla castellano.
BdL: ¿Qué obra de las que has traducido ha sido la más gratificante? ¿Por qué?
MTGU: A ver… a mí el mero hecho de traducir me parece gratificante en sí. Pero me emociona mucho que caigan en mis manos libros en que hay eso que yo llamo «momentos estelares de la literatura», esos que cuando me topé con ellos como lectora me quitaron el aliento y el mundo se paró por unos segundos. Me pone un nudo en la garganta que sean «míos», que dependa de mí transmitir a otros lectores lo que yo sentí, que sea responsabilidad mía quitarles el aliento a otras personas y pararles por unos segundos el mundo. Traducir, por ejemplo, el momento en que el protagonista de En busca del tiempo perdido descubre cómo se recobra el tiempo perdido, como se puede «salir del tiempo» («Pero si un ruido oído anteriormente, si un olor notado antaño vuelven a oírse o a notarse, en el presente y en el pasado a un tiempo, reales sin ser actuales, ideales sin ser abstractos, en el acto queda liberada la esencia permanente y habitualmente oculta de las cosas, y nuestro yo auténtico, que parecía muerto, y a veces desde hacía mucho, pero que no lo estaba en absoluto, despierta y cobra vida al recibir el alimento celestial que le traen. Un minuto, manumiso del orden del tiempo, ha vuelto a crear en nosotros, para que sintamos esa esencia, al hombre manumiso del orden del tiempo. Y ese hombre se comprende que confíe en su alegría; […] se comprende que la palabra “muerte” carezca de sentido para él; si está fuera del tiempo, ¿qué podría temer del futuro?») traducir eso, ser el cauce por el que vaya a llegar a otras personas es exaltante.
BdL: ¿Cuál la más frustrante? ¿Por qué?
MTGU: Nunca me frustra traducir un libro. Todos son un reto diferente.
BdL: En una entrevista publicada el pasado 10 de octubre de 2014 en El País, al conocerse la noticia de la entrega del Nobel a Modiano, decías “con Modiano hay que estar pendiente de esto; con otro escritor, de aquello”. Decías que con Modiano hay que estar pendiente de la contención en un estilo cargado de emoción. Háblanos de otros autores ¿de qué cosas hay que estar pendiente?
MTGU: Algunos ejemplos: con Hugo de su erudición enciclopédica, de su elección siempre de la palabra más exacta en cualquier campo; y de sus expansiones líricas o revolucionarias colmadas de adjetivos. Con Balzac de todos los detalles y objetos de la vida cotidiana, de sus descripciones minuciosísimas. Con Flaubert de la posición calibrada al milímetro de los elementos de la frase. Con Stendhal de la sutil ironía. Con Pierre Michon de la música y de las palabras polisémicas. Con Proust, de los meandros de la frase. Con Amin Maalouf de su casi indiscernible acento extranjero. En Maupassant de la descripción de algunos paisajes.
BdL: Una de tus traducciones más emblemáticas es la de Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Siempre me ha interesado observar cómo las obras traducidas se transforman múltiples veces a lo largo de la historia, mientras los originales permanecen inalterables. En el caso de Madame Bovary, la primera traducción, en el siglo XIX, se tituló ¡Adúltera!, luego se convirtió en Madame Bovary, y finalmente llegaste tú y la llamaste La señora Bovary. ¿Cómo tomaste esa decisión?
MTGU: Pues era algo de cajón, vamos… ¿Madame no quiere decir señora? Pues entonces… Estuve investigando lo de los títulos de las diferentes traducciones a lo largo de los años (lo explico en el prólogo) y, aparte de las fantasías esas de titular el libro ¡Adúltera!, en los primeros años del siglo XX hubo varias que se titularon, como es lógico, La señora Bovary. Luego, un buen día, alguien dejó lo de Madame y todo el mundo tiró ya por ese camino. Lo cual vuelve algunas traducciones un tanto incoherentes, porque en la novela, Emma es madame y las demás son señoras. O, si no, todo el mundo es madame y monsieur, lo cual queda muy forzado. O sea una complicación inútil y un quebradero de cabeza que no tiene razón de ser.
En la reseña que publicó en Babelia, Alberto Manguel comentaba que era una decisión adecuada, lógica y en consonancia con el meollo de la obra de Flaubert: «El Madame no es parte de la persona de Emma, sino de su condición social. […] Y de esa condición social es de la que tratará de librarse el personaje».
BdL: ¿Por qué crees que merecía la pena volver a traducir Madame Bovary?
MGU: No soy de los que creen que «cada cincuenta años hay que volver a traducir los clásicos». Y, mucho menos, «modernizarlos», que es una teoría que circula por ahí. Si hay alguna traducción, o más de una, dignas del original, no creo que haga falta volverlos a traducir. Pero tampoco hay nada que lo prohíba (con la excepción de eso que decía antes, de esa teoría de pretender «adaptarlos al gusto del día» en cuestiones de lengua, que me parece una aberración. «Que no suene antiguo», alegan. ¡Pero si es que tiene que sonar antiguo porque ES antiguo! Para los lectores del libro original, el libro no cambia aunque pasen los años ¿por qué va a cambiar la forma de traducirlo?). Pero yo no elijo lo que traduzco. Yo traduzco lo que me encargan las editoriales. Alba quería una traducción que fuera sólo de esa editorial, sólo suya, y me la encargó. También he vuelto a traducir para Alba a Balzac y a Maupassant y a Stendhal. Ahora mismo acaba de salir una nueva traducción de Rojo y negro.
En cualquier caso, una nueva traducción de un clásico en muchas ocasiones vuelve a llevar ese libro por una temporada a las mesas de novedades de las librerías y a las columnas de los suplementos y revistas literarias. Se vuelve a hablar de él. Y eso siempre está bien.
BdL: Hay algo que siempre me ha intrigado, y es cómo intervienen el corrector y el editor en una obra traducida. ¿Cuál es su papel? ¿Qué relación tienes con ellos?
MTGU: Depende de quiénes sean. Un editor puede ser un patrono en el peor sentido de la palabra, en cuyo caso ya te empiezas a pelear con él desde el momento en que te manda el contrato. Y los hay también, en cambio, que acaban por ser unos amigos.
En el caso de los editores patronos, puede suceder y de hecho sucede que 1) Entiendan mal lo que es un corrector. Pues un corrector debe hacer corrección ortotipográfica y corrección de estilo editorial –comillas, sangrados, cursivas, etc.- y, ojo, esto es importante, NO del estilo del traductor, que es el estilo del escritor ; y avisar al traductor cuando piense que hay algo que cojea, para que lo vuelva a meditar. Avisar, no tomar decisiones por su cuenta. 2) Muchas veces encomiendan la traducción a correctores que no tienen la formación necesaria y no saben cuál es su cometido (más que nada para pagarles poco; o nada, si son empleados de la editorial y ese cometido es una más de sus tareas como asalariado). Además hay editores, como dice Rafael Carpintero en su estupendo blog llamado El carpintero traductor, que parten de la base de que toda traducción será intrínsecamente mala, porque todo traductor es un mal inevitable. Así que hay que exigir siempre las galeradas del libro ya corregido para controlar lo que le haya sucedido desde que salió de tus manos y no consentir que te destrocen la traducción (por lo demás eso es algo que está contemplado en la Ley de Propiedad Intelectual, texto que a un traductor editorial le conviene mucho conocer a fondo, por cierto). O sea, que no deja de ser un martirio muchas veces este tema.
Lo que debería suceder siempre, y sucede en parte de las editoriales, en las realmente honradas y de calidad, es que el editor valore el oficio de traductor y se fíe de los traductores a quienes encomienda las traducciones. Y que contrate a correctores profesionales que trabajen en equipo con el traductor durante la fase de corrección. Trabajar en equipo con un buen corrector es muy productivo y muy grato.
BdL: Billar de Letras es primordialmente una escuela de escritura, y siempre está eso de si se puede enseñar a ser escritor. Por eso nos gustaría preguntarte si crees que se puede enseñar a ser traductor literario.
MTGU: Se pueden enseñar y aprender técnicas de pintura, y a manejar un cincel, y técnicas de escritura, y técnicas de periodismo, se pueden enseñar y aprender música, y fotografía, y se puede mostrar a los que empiezan a traducir un mapa de los principales escollos y hacerles reflexionar sobre ellos y darles algunos consejos sobre cómo irlos sorteando. Pero de todo eso no saldrá ni un pintor, ni un escultor, ni un escritor, ni un periodista, ni un compositor, ni un solista, ni un fotógrafo ni un traductor si no hay algo más, un resorte propio y no aprendido, o no sólo aprendido. No es que esos aprendizajes sobren, es sólo que no bastan.
Y, ciñéndonos a la traducción, y no sólo literaria, pero en la literaria de forma muy concreta, no se puede ser traductor sin haber sido desde muy pronto, y seguir siendo toda la vida, un lector voraz de todos los estilos, de todas las épocas.
BdL: Como profesora que has sido también de traducción literaria ¿hay algún consejo que nos pudieras dar para nuestro Taller de traducción literaria?
MTGU: No, no he sido ni soy profesora de traducción literaria. Mi asignatura en el Instituto de Traductores de la Complutense es derechos de autor y propiedad intelectual. Sí he dado esa actividad que llaman taller, y que yo prefiero llamar cursillo o seminario, sobre aspectos muy concretos: jerga, por ejemplo, o traducción de frases hechas y refranes, juegos de palabras, traducción de connotaciones culturales muy específicas, traducción de títulos conflictivos… ejercicios de ese tipo.
No creo ser quién para daros consejos, pero ya que me lo preguntáis, haría hincapié y daría preponderancia también al Club de lectura.
BdL: Y como despedida, ¿hay algo que siempre hayas querido decir y que nadie te haya querido preguntar?
MTGU: Soy tan habladora que todo lo que no me han preguntado lo he dicho por mi cuenta. Y lo repito en cuanto me dan ocasión…
Si quieres aprender los rudimentos del oficio del traductor literario, y lo tuyo es el inglés, apúntate a la segunda edición de nuestro ya afamado Taller de traducción literaria, donde este año traducimos a Scott Fitzgerald para publicar el resultado en la editorial Traspiés.
Para información y reserva de plazas, mándanos un email a info@billardeletras.com o llámanos al 91 532 40 64.
Preciosa e interesante entrevista. Enhorabuena!