Que levante la mano quien crea en la telequinesis de Kurt Vonnegut publicado por Malpaso Editorial, por Natalia Alonso.

Si alguien hubiera apostado conmigo a que devoraría un libro de discursos de graduación norteamericanos, ahora mismo estaría sin blanca. ¿Yo?, ¿discursos?, ¿de graduación?, ¿norteamericanos? ¡Imposible!
Y dicho así, no parece muy seductor, a no ser que de antemano, Kurt Vonnegut, su autor, te atraiga como a mí. Pero incluso si no conoces a Vonnegut, es inconcebible no estar de acuerdo en la forma que tiene de ver el mundo.
Con una ironía comparable a la de Woody Allen, expone sus impresiones sobre temas tan dispares como el vivir en comunidad como un bien necesario; la religión, donde defiende a un Jesucristo humano más allá de los tintes religiosos; el poder de la cultura frente a la tecnología, y sobre todo, el punto y coma: “ese hermafrodita travestido que no representa nada. Sólo sirve para demostrar que has ido a la universidad”.

Con un lenguaje desenfadado más propio de una charla entre colegas, que de lo que se podría esperar de los discursos grandilocuentes a los que asistimos en las películas de Hollywood, Vonnegut hace especial énfasis en la importancia de los libros y despliega su vasto saber con referencias a escritores como Albert Camus, filósofos como Bertrand Russell, estadistas como Thomas Jefferson o pensadores como Sigmund Freud. Se trata de un libro  difícilmente clasificable, porque describirlo como una compilación de discursos, sería demasiado simplista, se trataría más bien una serie de lecciones magistrales más propias, quizás, de una ceremonia de apertura que de una de graduación, por eso de poner en práctica: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

Es curioso cómo un libro no demasiado extenso en cuanto a hojas, pueda dar tanto de sí. Esto demuestra la teoría de que no por mucho escribir, se escriben mejores cosas. Todos y cada uno de los discursos que contiene el libro podrían perfectamente convertirse en arengas políticas. Ojalá muchos de los ministros, diputados y tertulianos de nuestro país le echaran un ojo a esta obra para que entendieran que las cosas más simples a veces son las que mejor funcionan. Pero como esto es complicado, ya se sabe lo liada que anda esa gente, recomendaría poner este libro como lectura obligatoria en las Facultades de Política, Derecho y Sociología. Lo que Vonnegut trata de racionalizar es estos alegatos a la juventud estadounidense no es ni más ni menos que una llamada al sentido común.

Y por último no podemos obviar la exquisita edición del libro por parte de Malpaso. Basta con tenerlo entre las manos un segundo para saber que te lo llevarás directo a casa. Esas tapas duras, de libro que será manoseado, ese color naranja, a vitamina, y esos dibujos del autor, más bien bosquejos que delimitan los discursos. Resumiendo: en la simplicidad está el gusto.

Una obra para hojear a ratos, releer cada cierto tiempo, como si se tratara de un recetario de cocina, al que recurrimos para echar mano de ese ingrediente que se nos olvida siempre a la hora de hacer el rabo de toro, sin el cual ni el rabo es rabo ni el toro es toro. Revisar estos pesares y sentires del escritor norteamericano nos hace estar donde tenemos que estar, sintiéndonos parte de una sociedad que podría mejorar y parafraseando al tío de Kurt, Alex: “No me digas que esto no es bonito”.

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