Lord Byron en el espacio. Crónicas marcianas, de Ray Bradbury

POSTED BY   Natalia
10/08/2015
Lord Byron en el espacio. Crónicas marcianas, de Ray Bradbury

cronicas-marcianasNuestro colaborador Fernando Alonso ha querido rendir tributo a Crónicas marcianas de Ray Bradbury aprovechando la edición especial dMinotauro con motivo del 60 aniversario de su publicación.

En el verano de 1977, ocho años después de la llegada del hombre a la Luna, la NASA envió al espacio dos sondas Voyager con la misión, entre otras, de dar a conocer la existencia del género humano a otros seres inteligentes que pudieran existir fuera del sistema solar. Para ello las equipó con un disco que contenía grabaciones, imágenes y música de diversos lugares y culturas del mundo.

En 1950, Ray Bradbury (1920-2012) ya había puesto en boca de Ylla, la protagonista marciana de uno de sus relatos, una canción en un idioma que no comprende y que cree haber oído en el sueño de un contacto con seres de otro planeta. Como tantas veces, la imaginación precediendo a la ciencia.

Las Crónicas Marcianas (1950) son un conjunto de relatos, casi todos publicados con anterioridad en diversas revistas, sobre la conquista de Marte por parte de los terrestres. Ésta se desarrolla a lo largo de un periodo de veintisiete años, desde 1999 a 2026. Su autor en ningún caso trata de dar rigor científico a los relatos. Si se me permite la licencia, diría que las Crónicas contienen mucha historia y poca ficción.

Ordenados cronológicamente, los relatos carecen de una secuencia argumental que los enlace, salvo que todos ellos muestran una faceta del proceso de colonización de ese planeta. Uno a uno y en su conjunto nos cuentan la historia de una ambición, y no tanto de su grandeza como de su miseria. En este sentido se trata de un libro escéptico y pesimista.

cronicas-marcianas_2Yo diría que existen dos planos de lectura de las Crónicas: uno como texto unitario, otro considerando cada una de ellas como un relato autónomo. La grandeza del libro consiste en que ambos sentidos de lectura, simultáneos y complementarios, dan como resultado una obra de enorme brillantez literaria.

El comienzo de la acción se sitúa en el invierno de 1999 con el lanzamiento del cohete que llevará la primera expedición a Marte al mando del capitán York. El autor describe ese momento: «El cohete, de pie en la fría mañana de invierno, engendraba el estío con el aliento de sus poderosos escapes». En una narración tan repleta de alusiones y nombres alegóricos no me resisto a citar los versos con los que arranca Shakespeare su Ricardo III: «Ya el invierno de nuestro descontento es verano radiante con este sol de York». La historia de otra ambición que arrastrará a su protagonista y a cuantos le rodean a la catástrofe.

Esta primera expedición fracasará, lo mismo que la segunda y la tercera; primero ante la incomprensión despectiva de los habitantes del nuevo planeta y después con su rechazo a la agresión de los colonos. En este sentido también es la historia, repetida una y otra vez por el hombre, de un tipo de colonización irrespetuosa con los pueblos conquistados y su cultura.

En realidad los terrestres llegan a Marte de forma pacífica pero, desde su óptica de orgullosa superioridad, incluso se asombran de no ser recibidos en medio de la fiesta y el homenaje al que creen tener derecho.

Será con la llegada de la cuarta expedición, la definitiva, cuando comienzan las tensiones entre los propios conquistadores, porque no todos entienden el proceso de colonización de igual manera. Unos lo plantearán en términos de crítica al progreso indiscriminado y de respeto a lo preexistente, otros apostarán por la imposición de los valores de su especie. Otros se debatirán entre ambas ideas. Los primeros serán eliminados, los últimos apartados de los órganos de poder. Al final, sólo prevalecerán los conquistadores. Los terrestres, descritos como una plaga de langostas, acabarán reproduciendo la forma de vida importada de la Tierra; diezmarán a los marcianos con sus enfermedades; destruirán su patrimonio; aniquilarán su especie.

Su llegada reproduce el patrón histórico: primero los cazadores; luego los pastores; enseguida esas mujeres; después la población urbana y con ella algunos «que tenían un brillo raro en los ojos y parecían encaminarse hacia Dios…».

Todos son norteamericanos, porque con quien realmente trata de ajustar cuentas Ray Bradbury es con la sociedad de la que procede y en la que vive. A lo largo de la narración aparecen continuas alusiones al pueblo americano desde sus orígenes: la llegada de los Padres Peregrinos a Nueva Inglaterra, las caravanas de colonos hacia el Oeste desplazando cuanto se oponía a su expansión, las tensiones en pro de los derechos civiles, el sueño americano.

Quien haya leído lo anterior quizá se imagine las Crónicas Marcianas en términos de epopeya. Sería un error. Como señala Borges en el prólogo de la edición española, el tono de la narración no es épico sino profundamente elegíaco: todo el texto está atravesado por una extraña y melancólica poesía.

En las Crónicas, Marte tiene multiplicidad de significados: para unos representará la pulsión hacia lo desconocido; para otros el lugar donde iniciar una nueva vida huyendo de la guerra o la persecución racial; el lugar donde hacer realidad el sueño del triunfo; para los mayores, un destino turístico. Pero también en Marte se sentirá nostalgia por lo que uno ha dejado atrás cuando asiste incrédulo a la destrucción del mundo del que procede. Al final sólo quedarán allí personajes marginales o marcianos de adopción y aquí, en la Tierra, casas que siguen con su rutina de vida a pesar de que ya nadie las habita después de una guerra nuclear.

Muchos de los relatos contenidos en las Crónicas Marcianas tienen un valor intrínseco que trasciende el propio del género de ciencia ficción al que pertenecen, y constituyen verdaderas joyas del cuento corto.

Cito alguno de mis preferidos:

La tercera expedición. Un relato sobre la vulnerabilidad de los sentimientos.

El desierto. Dos mujeres se preparan para el viaje a Marte, una de ellas para casarse.

Un camino a través del aire. Una riada imparable de negros ve en su viaje a Marte la posibilidad de una liberación. Hay que resaltar que este relato vio la luz trece años antes de la gran marcha sobre Washington.

Usher II, narración llena de alusiones y homenajes, y de alto compromiso político frente a la censura y la persecución cultural, publicada el mismo año del comienzo del macarthismo.

El marciano, relato memorable que ilustra la frase de uno de los personajes: «Cuando no se puede tener la realidad, bastan los sueños».

Los pueblos silenciosos. Cáustico relato de corte onettiano sobre la soledad.

Los largos años. De nuevo la lucha contra la soledad, la pérdida y la muerte.

Vendrán lluvias suaves. Reconocido como uno de los mejores relatos cortos de ciencia ficción que se hayan escrito.

Mi primer encuentro con las Crónicas Marcianas, se remonta al verano de 1976. El hecho de que recuerde este dato con precisión, cuando olvido libros leídos meses atrás, habla de la emoción de esa lectura y de que, para mí, no se trata de un libro más. Ahora, la relectura a la que me he obligado para escribir estas notas me ha dado la posibilidad de descubrir en ellas una nueva dimensión, que no pude plantearme entonces.
Me refiero a la dimensión musical del libro. No a la musicalidad que sobrevuela un texto tan poético, sino a la notable cantidad de citas musicales y poemas que contiene asociados a una situación o un personaje (os dejamos la banda sonora pinchando aquí) .

Siempre he entendido la lectura como una actividad que va más allá del momento de tener un libro en las manos. Ello me ha hecho permanecer durante mucho tiempo delante de la Vista de Delft de Vermeer, en la Mauritshuis de La Haya, evocando el sentimiento del Proust narrador ante su contemplación. Por una razón similar, el hecho de poder asociar algunas de las imágenes que nos sugieren las Crónicas Marcianas con los temas musicales que el propio Bradbury tenía en la cabeza en el momento de componer sus escenas, constituye una experiencia que recomiendo vivamente.

Es común encontrar entre buenos lectores cierto desinterés por la literatura de ciencia ficción. Sin embargo, me cuesta pensar que aquéllos que aún no han tenido la ocasión de leer estas Crónicas sufran un desencanto al finalizar sus páginas.

Si te gusta descubrir libros, conocer a los autores, editores o traductores de los mismos, profundizar en obras con poéticas diferentes y conocer gente con tu mismo interés por la Literatura, echa un ojo al Club de lectura de Billar de letras, donde una vez al mes destripamos obras que consideramos imprescindibles, analizándolas desde un punto de vista técnico y formal, todo ello en un ambiente distendido de vinos y picoteo.

 

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Natalia

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2 comments

  1. Elisa

    Buenísimo la crítica comentario de Crónicas Marcianas que hace vuestro colaborador Fernando Alonso. Se «mastica» el calado de la misma, el amor sentido por el libro y sus significados, y la capacidad de placer y emoción ante la literatura con mayúsculas. Lo conocía, lo volveré a leer, lo destriparé con toda la delicadeza recomendada. Enhorabuena al comentarista y a Billar de Letras.

  2. María José Rivera

    Cierto, buenísima, y para mí muy oportuna.

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