Lejos de Toledo de Angel Wagenstein por Natalia Alonso.

Es difícil catalogar un libro como Lejos de Toledo, segundo volumen de la trilogía del escritor Angel Wagenstein sobre el destino de los judíos en la Europa del siglo XX publicado por Libros del Asteroide. Pero si tuviera que escoger una palabra para describirlo, sería el equilibrio.
No hay como darse cuenta de que en la sencillez está el gusto. Algunos autores se enredan en tramas complejas, piruetas lingüísticas y demás parafernalia literaria que no hace sino entorpecer la historia que se está narrando. Wagenstein, con  extraordinaria maestría, alterna los distintos géneros: lo cómico se intercala con las historias de amor, las anécdotas del día a día de los personajes, son igual de importantes que el trasfondo histórico en el que trascurren, y los hechos dramáticos que se narran se ven aliviados por dosis justas de humor. 

Como buen cineasta, Angel Wagenstein describe los escenarios con pulcritud, acercando al lector ciertos detalles que hacen que el lector se sienta un parroquiano más bajo la parra de la taberna, o un transeúnte cualquiera por las calles empedradas de Plóvdid, que de algún modo nos recuerdan a las callejas de Toledo.

Los personajes de Lejos de Toledo son la piedra angular de la novela. Sin ellos algunas anécdotas podrían resultarnos sinsorgas, pero son el borrachón, la bella Zülfiye, el profesor Stóichev, Madame Vartanian, el fotógrafo Kostas Papadopoulus, el rabino Menashé y Araxi, entre otros, los que hacen que vivamos en primera persona sus cuitas y problemas. Aunque algunos de ellos pudieran, en un primer momento, tomarse como arquetipos, a lo largo de la novela sus acciones hacen que veamos la otra cara de los mismos, convirtiéndose en verdaderos simulacros de seres vivos. Como sucede en la vida, todos tienen cosas que ocultar, aman en muchos casos a la mujer equivocada, persiguen sus sueños, pero sobre todo les unen unos lazos de amistad, que van más allá de sus propias creencias e ideales políticos, cosa impensable en la sociedad en la que vivimos actualmente.

Otro de los aciertos de la novela, y que no suele suceder a muchas otras donde se narran dos tiempos distintos, es que en Lejos de Toledo, tanto la historia en pasado como la historia presente, tienen sus tramas que atrapan al lector desde el primer momento. Poco a poco los personajes del pasado cobran vida en el presente, de manera que la historia avanza en ambos tiempos como si se tratase de las vías paralelas de un tren, donde las estaciones son puntos de anclaje entre ambos tiempos narrativos. Muy conseguida están ambas voces: la del protagonista niño y la del adulto enfrentándose a un pasado que creía olvidado, pero que se hace presente en forma de mujer.

Es una novela que no quieres que se acabe, y aunque se puede leer de un tirón, es mejor saborearla poco a poco, como los buenos vinos. Degustando el sabor a tierra mirando al cielo, ese cielo igual para todos: judíos, musulmanes, católicos, ortodoxos, de izquierdas y de derechas. Lejos de Toledo: un tributo a la tolerancia.

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