Punto omega, de Don Delillo y La teoría de las nubes, de Stephane Audeguy, por Ronaldo Menéndez.
No se parecen en nada, lo cual me hace pensar que mis criterios literarios tienen razones que mi razón no entiende. Tentado estoy de afirmar: Yo opino que son magníficas, aunque no estoy de acuerdo con mi opinión (para así quedar en paz con mis sinceros alumnos y conmigo mismo).
Pero, ¡ay! de mi manía de buscarle razones a mi devoción por una cosa como Punto omega, obra áspera, que al final uno la lee y como no esté atentísimo termina no entendiendo de qué trataba; y por otro lado la del francés, que goza de un transparente y nada complejo ‘aliento poético’.
Hoy me he dado cuenta de que no estoy perdido: ambas novelas tienen en común un solo protagonista: la estructura. Y por eso quiero usarlas como pretexto para afirmar que hay lectores ‘estructurales’ (entre los que me cuento), y otro tipo de lectores (entre los que se cuentan todos aquellos que renegaron de ambos prodigios). Ahora sí estoy de acuerdo con mi opinión: si uno quiere ser escritor, ambas son lecturas dignas de buena degustación, porque enseñan que detrás de la sucesión de páginas se esconde una geometría hermosa. Y el arte del buen novelista no puede ser ajeno al del arquitecto. No basta con contar peripecias, suele ser necesario, al menos, intuir una forma.
Mi consejo es que leáis, saltando por encima del gusto personal, ambos libros. Punto omega narra la historia de un psicópata, sin narrar su historia (y ya eso es bastante), a través de tres o cuatro personajes que se cruzan en su camino, y que están vinculados entre sí por lazos filiales o vagamente eróticos. El resultado es un relato enrarecido, desbordado de atmósfera, y aritméticamente perfecto.
Por su parte, La teoría de las nubes pertenece a la tradición de Las mil y una noches. Cajas Chinas: una historia dentro de otra, pero aquí el sultán es quien narra. El modisto japonés Akira Kumo teje ante su joven bibliotecaria, Virgine Latour, las sucesivas y fascinantes historias de los hombres que amaron las nubes, de la misma manera en que él pretende la ingrávida cercanía de Virgine, remota como el cielo nuboso.
Alguna que otra moraleja en mi experiencia: El aprendizaje literario requiere de un esfuerzo, también, en el ámbito de la lectura. Y dos cosas opuestas pueden enseñar lo mismo. Alfa y Omega, pura estructura.
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