¡Vivir! y Brothers, de Yu Hua; Años de prosperidad, de Chan Koonchung y El pequeño guardia rojo, de Wenguang Huang, por Ronaldo Menéndez.
Nuestra intención —de Natalia y mía— era irnos a China este verano de 2014 por segunda vez. Porque nos gustan los chinos, la literatura china, yo leo el Tao Te Ching cada noche antes de dormir como si fuera una biblia (aunque menos mentirosilla), y nos encanta la cocina china y la cerveza Tsingtao. Pero no pudo ser, así que me contento con hablar de esta cuadrilla de libros del gigante asiático que ahora está tan de moda, y que hemos visitado hace tres años.
Para empezar, ahora la República Popular China te pide visa, amenazando con negártela como no tengas la reserva de hoteles o una carta de invitación de algún chino que, por supuesto, no conoces. ¿Negarnos visado? ¡A nosotros, los españoles! Yo ex cubano con pasaporte europeo. Y ellos, ex Chinos, con tres varas de hambre histórica y siempre huyendo del comunismo para asentarse en España o en cualquier otro sitio… Qué rara vuelta de tuerca ha dado el lodazal del mundo, sobre todo cuando uno revisita China a través de sus autores.
Empecemos con Yu Hua: aplastante. Te parte el alma, y de tanto partírtela casi se pasa. Cómo lloran los chinos. El protagonista de la novela ¡Vivir!, llamado Fugui, atraviesa las sucesivas etapas de la China comunista, y cuando pensamos que le ha ido mal, hay que acordarse de que las cosas en el comunismo siempre pueden ir a peor (hasta que han mejorado definitivamente, en China…). Pero mi favorita de este autor es Brothers: la chinidad en estado puro y duro, desde la tremebunda Revolución Cultural hasta los giros económicos de la China actual con sus nuevos ricos. ¿Qué busco en la literatura china? Poca cosa en materia de lenguaje, porque no me hago ilusiones con las traducciones. Pero sí que pretendo entender cómo piensa este grandioso pueblo, y cuáles son los matices de su filosofía y su historia. Y ahí está Yu Hua, un autor eminentemente realista, tejiendo con laboriosidad de hormiga los procesos y peripecias de un país rarísimo. Pero, para ser literariamente justos y que no parezca solo antropología, su gran valor y talento radica en la construcción de personajes.
De otra materia se hace la novela Años de prosperidad, de Chang Koonchung. Prohibida en China (por supuesto), y que tiene un regusto a vino sofisticado, a literatura de la que se enreda, se complejiza y se desata en la imaginación. Si has cubierto tu aprendizaje de la historia china con Yu Hua, visitar a Chang Koonchung es plantarse en la más vibrante actualidad. De un autor a otro, viajamos en el tiempo y abarcamos todo el arco chino, y aconsejo leerlos en este orden. Años de prosperidad pertenece a las novelas futuristas, que parten del hoy pero de pronto, con buena inteligencia, el autor imagina un país posible, que aunque distópico, resulta tremendamente convincente. ¿A quién se le ocurre secuestrar a un alto dirigente del Partido para hacerle confesar no sé qué turbios manejos?
Por último, y publicada bajo el sello Libros del Asteroide, quiero recomendar El pequeño guardia rojo, de Wenguang Huang (parece coña el nombre de este autor, castellanamente hablando). Se trata de un librito ameno, sin pretensiones de ‘gran literatura’, y se agradecen los componentes de su historia. Una abuela que a partir de cierto momento pide ser enterrada de manera tradicional (cuando muera, claro), y esto sirve de pretexto para recorrer (otra vez) la geografía política china. Pero en esta novela el conflicto se libra entre el mundo de las tradiciones, arrasado por el camarada Mao, y las nuevas ideas de ateísmo marxista. Pero ojo: no hay filosofía, sino peripecias y fauna variopinta de personajes.
Al final uno comprende que la literatura China (al menos la que se desvirtúa en traducciones) tiene la obsesión de reflejar una realidad tan compleja que ni ellos mismos la entienden. Y este caos, paradójicamente ordenado, les funciona.
Si te gusta descubrir autores, profundizar en libros con poéticas diferentes y conocer gente con tu mismo interés por la literatura, echa un ojo al Club de lectura de Billar de letras, donde una vez al mes destripamos obras que consideramos imprescindibles.