Dicen las buenas lenguas que fue James Joyce quien inventó esta técnica, pero no es del todo cierto. Lo que sí es innegable es que el Ulises, libro impopular donde los haya, popularizó entre los escritores el monólogo interior. Uno de los errores más comunes cuando empezamos a escribir y acometemos un monólogo, es que le aplicamos la lógica del pensamiento. El resultado es un texto más o menos logrado, coherente, pero en absoluto un monólogo interior. Para que un monólogo interior sea tal, es necesario representarnos el libre flujo de nuestro pensamiento, con todo lo que esto implica: lógica de ideas, pero también incoherencias, distracciones, percepciones, recuerdos sin conexión aparente, y libres asociaciones. El monólogo interior es la técnica literaria que transcribe este flujo de nuestra mente, como si nos enchufaran un puerto USB por unos minutos y luego transcribieran todo lo que ha pasado por nuestra cabeza.

Conceptos clave: Pensamiento, incoherencia, asociaciones libres, palabras y frases sin sentido aparente.

Ejercicio: Primero, imagina un personaje en una situación crítica: su jefe lo llama a su despacho y el personaje sabe que es para despedirlo…, o alguna otra situación que te resulte estimulante. Segundo, sitúate en primera persona como narrador, dentro de la cabeza de este personaje. Tercero: redacta un monólogo donde recojas todas las cosas que pasan por su cabeza, desde el yo, en primera persona. La clave es no intentar escribir un discurso lógico, sino intentar, dentro de la lógica de la situación, entreverar recuerdos, asociaciones y elementos del pensamiento que no respondan a la lógica principal de la situación.

Esta es una de las técnicas que analizamos en profundidad en nuestro Taller de novela avanzado.